La evolución digital que hemos tenido como sociedad, producto del abrupto corte del acostumbrado contacto social “argento” generó que hoy “hacer zoom” sea una cuestión de casi todos y que la “nube” haya dejado de ser una descripción climatológica.
La irrupción del “remoto obligatorio”, como consecuencia del desconocido Covid-19, nos llevó a los que lideramos organizaciones a preguntarnos: ¿Estamos preparados?
Y la respuesta inmediata y sincera en ese día de quiebre, cuando el decreto ASPO nos mandó a todos a casa, fue… ¡Claro que no! Pasados ya más de 111 días de esta ficción hecha realidad, en Afianzadora Latinoamericana podemos decir que todo salió mucho mejor de lo que esperábamos en esta versión sin escala de 100% Home Office, enfocándonos en el gran desafío de lo que viene: cómo vamos a volver a la “nueva normalidad”. Las primeras reflexiones apresuradas que nos trae esta experiencia forzada es “lo equivocado que estábamos” con el modelo predominante en nuestro conservador mercado. Dicho modelo se puede resumir en “el ojo del amo que engorda el ganado”, vinculado a la imperiosa necesidad de “ver para controlar”, donde su máxima expresión sería una anticuada tarjeta de fichaje y el jefe celoso de los horarios más que del resultado en el cumplimiento de los objetivos.
El experimento Covid-19 ya tiene algunas certidumbres que nos van a servir para la compañía del mañana, donde accidentalmente les devolvimos a los colaboradores 93 minutos de vida que es el promedio de tiempo que consume en viaje un empleado del AMBA para trasladarse a su lugar de trabajo y viceversa. Esa hora y media es potencialmente aplicada a muchas actividades (gimnasio, estudiar, compartir con la familia, leer, hacer nada, etc), incluso seguir trabajando. Por lo tanto, podemos observar que el mal visto “Home Office” ha logrado en estos tiempos niveles de productividad altamente superiores a los del modelo tradicional. No solo este dato ha sorprendido a quienes miden estas cuestiones, sino que han notado en la misma dirección un fuerte incremento de la satisfacción laboral (3 de cada 4 empleados), relacionando esta percepción del salario emocional con el aumento (+23%) de la productividad del colaborador.
Claramente este mayor balance entre vida personal y laboral parece afectar positivamente el humor de cada empleado, aunque hay algunas cuestiones que debemos estar atento en esta abrupta integración para evitar retroceder en aspectos de diversidad, inclusión y género, principalmente por el rol más preponderante de la mujer en las tareas de la casa y el cuidado y educación de los niños. En épocas de vacas flacas, y aprovechando esta disrupción, las compañías ya se encuentran rediseñando su “layout” en busca de espacios más reducidos, compartidos, que fomenten la colaboración y estén dotados de tecnología que posibilite el contacto digital inmediato con los colaboradores remotos. Se vienen “menos metros cuadrados de oficinas” y mayor rotación en los espacios compartidos para abordar una nueva realidad laboral que se adelantó por accidente, y que parece tener demasiados puntos a favor para dejar pasar como oportunidad.
Este modelo, el nuevo paradigma que se viene, no tiene precedentes y está ingresando en una época de plena experimentación donde la economía de colaboración y de integración orientados al bien común parecen entrar con fuerza en las agendas corporativas. Sin embargo, no debemos perder de foco que el necesario concepto de “empresa en marcha” debe convivir con estos valores de la nueva era.
Una desconocida etapa comienza en las organizaciones, y la mentalidad de los líderes será fundamental para que esta transformación sea lo menos dolorosa posible.
El concepto de “Smart Working” ganará espacio en las mesas de RRHH, ubicando roles por objetivos, siendo obligación de las organizaciones dotar a sus colaboradores de nuevas habilidades que le permitan ingresar al mundo digital de la manera más natural posible. Como empresa debemos, más que nunca, ser capaces de transformarnos en vehículos atractivos de realización personal, donde los talentos elijan permanecer en una relación de mutua conveniencia, donde la determinante variable salarial empezará a perder terreno frente a cuestiones de propósito, misión y otras más identificadas con valores que parecen resurgir con fuerza luego de este tropezón mundial.
Un nuevo orden laboral se está imponiendo, donde seguramente se adoptarán las mejores prácticas de cada sistema en busca de una convivencia armoniosa entre el bienestar personal, la rentabilidad de la empresa en marcha y un necesario sesgo plasmado en la sustentabilidad.
En Afianzadora ya estamos transitando varios de estos desafíos, basados en un “modelo de gestión holocrático” donde el empoderamiento de nuestros recursos, la horizontalidad de la organización y el desdibujamiento de las jerarquías generan una estructura de máxima agilidad y cercanía con el cliente.
A pesar de este momento difícil, estamos ante una gran oportunidad para refundar el estilo y la conducción de las organizaciones tradicionales.
Allá vamos.
Cdor. Mariano Nimo
Gerente General de Afianzadora – Seguros de Caución